La responsabilidad de los poderes públicos frente a la manipulación mental

En este trabajo utilizamos como sinónimos términos en los que hipotéticamente cabría establecer pequeñas diferencias: control, alteración, manipulación, de una parte, y mente, conciencia, tomando la parte por el todo, o personalidad, de otra. Cualquiera de las posibles combinaciones se mueven en el campo semántico del conocido como lavado de cerebro y su común denominador: el empleo de métodos coactivos como contrapuestos a los naturales o propios del hombre en el momento de discurrir y decidir. Fiel a la naturaleza de la persona se muestra la persuasión que, desde Aristóteles, implica la búsqueda intencionada de la adhesión racional y consciente del otro, constituyéndose en el alma de la Retórica, y que, cuando la validez de los argumentos es universal, se equipara a convencer. Fuerza, en cambio, la naturaleza de las cosas y reduce el sujeto a objeto -lo cosifica- la seducción o manipulación. Estos conceptos arrastran un elemento de engaño, es decir, de ocultación de la verdad. Concretamente, "la manipulación consiste esencialmente en proporcionar información falsa o incompleta de manera intencionada, con el fin de que quien la recibe (el manipulado) llegue a conclusiones erróneas y actúe libremente de una manera que no le conviene y que sí conviene a quien pone en circulación esa información (el manipulador)". La sutileza -en la imposición- de la seducción desaparece por completo en el llamado lavado de cerebro en el que se busca una suplantación. "El supuesto "lavado de cerebro" iría dirigido precisamente hacia el inconsciente, de modo que la conducta que se pretende manipular pareciera surgir de la propia personalidad del sujeto". Otra nota que lo caracteriza es que en él se propicia un influjo no tanto puntual -en el tiempo o en un sector concreto de la vida-, cuanto en la orientación o programa biográfico del afectado [...]