Diccionario panhispánico del español jurídico

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El proceso es mentira. Esbozo de una teoría sobre la naturaleza del proceso

por Fidalgo Gallardo, Carlos

Artículo
ISSN: 1696-9642
Madrid Iustel 2017
Ver otros artículos del mismo número: 41

El autor esboza una teoría sobre la naturaleza de los procesos judiciales, que pretende desvincular de cualquier prius o marco ideológico pero que ancla firmemente en postulados propios de una metafísica realista: si el derecho sustantivo establece supuestos de hecho (a los que se apareja una consecuencia jurídica, que es precisamente el objeto de la pretensión) es preciso operar sobre la base lógica de que existen esos hechos y de que es posible conocerlos, reconstruir la realidad que dio lugar a la controversia jurídica que se somete a la decisión del órgano judicial. En ese sentido, se define el proceso como instrumento de conocimiento de la realidad de los hechos relevantes para adjudicar la controversia sometida a la consideración del juzgador. Ahora bien, al mismo tiempo se expone cómo el conocimiento por parte del órgano judicial es siempre mediato y opera a posteriori, sobre la base de las evidencias que le aportan las partes con arreglo a las normas procesales aplicables. De ahí que se insista en que el proceso debe estar articulado, configurado y afinado de modo que pueda propiciar al órgano judicial acercarse todo lo posible, y con la máxima fiabilidad, a la realidad objeto de enjuiciamiento. Esta concepción del proceso es propuesta por el autor como paradigma desde el cual analizar y valorar las demás normas e instituciones procesales (incluyendo algunas incorporadas en fecha relativamente reciente a nuestro ordenamiento, tales como las sentencias de conformidad o la regla de exclusión de pruebas irregularmente obtenidas) o cuestiones como la diferencia en el proceso entre las llamadas verdad material y verdad formal; en fin, es propuesta como la que posibilita que el proceso judicial cumpla su función como instrumento propiciador de la paz social, en un marco de exclusión de la autotutela privada y monopolio público de la coerción.

The author advances a theory on the nature of judicial processes that, notwithstanding its being radically detached from any ideological preconceptions, is firmly anchored on a framework of ideas that belong to realistic metaphysics: if substantive law establishes facts (and ties to those facts a legal consequence that is precisely the object of the judicial claim), it is necessary to operate on the logical basis that those facts do exist and that they can be apprehended; it is necessary to assume that it is indeed metaphysically possible to reconstruct the reality that gave rise to the legal controversy that is to be decided by the court. The judicial process is thus defined as an instrument to achieve knowledge of the facts that are deemed relevant to adjudicate the controversy presented to judicial consideration. At the same time, the author acknowledges that judicial knowledge of those facts is always indirect or mediate (as opposed to direct or immediate) and operates after the facts indeed happened, on the basis of the evidence furnished by the parties according to the applicable procedural rules. Thus the conclusion that judicial processes have to be articulated, configured and fine-tuned so as to make it possible for the Court to get as close and accurately as possible to the reality to be apprehended. This perspective on what judicial processes are is proposed by the author as a paradigm from which to analyze and judge the merits of procedural rules and institutions (including some that have been recently added to our procedural laws, such as plea-bargaining or the exclusionary rules) and to properly distinguish between the so-called material truth and procedural truth. Ultimately, the theory is considered as the one that makes it possible for judicial processes to accomplish its function as instrument towards social peace, in an institutional framework where governmental institutions hold the monopoly of coercion and private vengeance is excluded.


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El autor esboza una teoría sobre la naturaleza de los procesos judiciales, que pretende desvincular de cualquier prius o marco ideológico pero que ancla firmemente en postulados propios de una metafísica realista: si el derecho sustantivo establece supuestos de hecho (a los que se apareja una consecuencia jurídica, que es precisamente el objeto de la pretensión) es preciso operar sobre la base lógica de que existen esos hechos y de que es posible conocerlos, reconstruir la realidad que dio lugar a la controversia jurídica que se somete a la decisión del órgano judicial. En ese sentido, se define el proceso como instrumento de conocimiento de la realidad de los hechos relevantes para adjudicar la controversia sometida a la consideración del juzgador. Ahora bien, al mismo tiempo se expone cómo el conocimiento por parte del órgano judicial es siempre mediato y opera a posteriori, sobre la base de las evidencias que le aportan las partes con arreglo a las normas procesales aplicables. De ahí que se insista en que el proceso debe estar articulado, configurado y afinado de modo que pueda propiciar al órgano judicial acercarse todo lo posible, y con la máxima fiabilidad, a la realidad objeto de enjuiciamiento. Esta concepción del proceso es propuesta por el autor como paradigma desde el cual analizar y valorar las demás normas e instituciones procesales (incluyendo algunas incorporadas en fecha relativamente reciente a nuestro ordenamiento, tales como las sentencias de conformidad o la regla de exclusión de pruebas irregularmente obtenidas) o cuestiones como la diferencia en el proceso entre las llamadas verdad material y verdad formal; en fin, es propuesta como la que posibilita que el proceso judicial cumpla su función como instrumento propiciador de la paz social, en un marco de exclusión de la autotutela privada y monopolio público de la coerción.

The author advances a theory on the nature of judicial processes that, notwithstanding its being radically detached from any ideological preconceptions, is firmly anchored on a framework of ideas that belong to realistic metaphysics: if substantive law establishes facts (and ties to those facts a legal consequence that is precisely the object of the judicial claim), it is necessary to operate on the logical basis that those facts do exist and that they can be apprehended; it is necessary to assume that it is indeed metaphysically possible to reconstruct the reality that gave rise to the legal controversy that is to be decided by the court. The judicial process is thus defined as an instrument to achieve knowledge of the facts that are deemed relevant to adjudicate the controversy presented to judicial consideration. At the same time, the author acknowledges that judicial knowledge of those facts is always indirect or mediate (as opposed to direct or immediate) and operates after the facts indeed happened, on the basis of the evidence furnished by the parties according to the applicable procedural rules. Thus the conclusion that judicial processes have to be articulated, configured and fine-tuned so as to make it possible for the Court to get as close and accurately as possible to the reality to be apprehended. This perspective on what judicial processes are is proposed by the author as a paradigm from which to analyze and judge the merits of procedural rules and institutions (including some that have been recently added to our procedural laws, such as plea-bargaining or the exclusionary rules) and to properly distinguish between the so-called material truth and procedural truth. Ultimately, the theory is considered as the one that makes it possible for judicial processes to accomplish its function as instrument towards social peace, in an institutional framework where governmental institutions hold the monopoly of coercion and private vengeance is excluded.


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