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El Estatuto de Cataluña y el Tribunal Constitucional
En los últimos tres años hemos asistido a una batalla feroz por el control o la neutralización del Tribunal Constitucional con ocasión de los recursos de inconstitucionalidad presentados contra el Estatuto de Autonomía catalán (Ley Orgánica 6/2006, de 19 de julio, de reforma del Estatuto de Autonomía de Cataluña). La intensidad de los combates ha sido y es tal que cabe preguntarse qué grado de temperatura puede soportar el TC en el interior de un sistema institucional cuya cultura política se halla sin consolidar por falta, en la hora presente, del debido consenso constitucional, según acredita la cuestión, permanentemente sin cerrar, de la estructura territorial del Estado. Quizás el auge, durante el último decenio, de un soberanismo deslegitimador de nuestra forma estatal nos haya retrotraído a la época convulsa de los años 30. La II República fracasó, ante todo, por carecer de un proyecto nacional integrador de las distintas sensibilidades sociopolíticas, pero también porque ninguno de los que la alumbraron (con excepción de la derecha y del centro inequívocamente republicano) fue leal con ella. Lo demostró octubre de 1934, fecha que tantas lecciones nos puede enseñar en la actualidad [...]
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En los últimos tres años hemos asistido a una batalla feroz por el control o la neutralización del Tribunal Constitucional con ocasión de los recursos de inconstitucionalidad presentados contra el Estatuto de Autonomía catalán (Ley Orgánica 6/2006, de 19 de julio, de reforma del Estatuto de Autonomía de Cataluña). La intensidad de los combates ha sido y es tal que cabe preguntarse qué grado de temperatura puede soportar el TC en el interior de un sistema institucional cuya cultura política se halla sin consolidar por falta, en la hora presente, del debido consenso constitucional, según acredita la cuestión, permanentemente sin cerrar, de la estructura territorial del Estado. Quizás el auge, durante el último decenio, de un soberanismo deslegitimador de nuestra forma estatal nos haya retrotraído a la época convulsa de los años 30. La II República fracasó, ante todo, por carecer de un proyecto nacional integrador de las distintas sensibilidades sociopolíticas, pero también porque ninguno de los que la alumbraron (con excepción de la derecha y del centro inequívocamente republicano) fue leal con ella. Lo demostró octubre de 1934, fecha que tantas lecciones nos puede enseñar en la actualidad [...]