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Austeridad: empresas, fincas y otros despilfarros
En los añorados tiempos dorados de la prosperidad económica se cometían, probablemente, más derroches que ahora, en medio de la crisis lacerante e inacabable que asola España. Pero los despilfarros se notan más actualmente, y se aceptan peor. Según parece, son insoportables ya para las arcas públicas y, desde luego, cada vez son más difíciles de presentar ante los ciudadanos y en el debate político. Todos los días se descubren actuaciones públicas sin ningún sentido económico, se ponen de manifiesto gastos suntuarios en instalaciones y dependencias administrativas, que han ocupado todos los antiguos palacios y casas nobles de nuestras ciudades, se da noticia de inversiones sin sentido, comprobamos el crecimiento sin tasa del número de personas que viven del presupuesto público, y se asienta más la opinión común entre los ciudadanos de que así no se puede seguir. El crecimiento imparable del sector público en algunas Comunidades Autónomas incrementa también la sensación de que no es posible vivir al margen del presupuesto, ni desarrollar actividad profesional o empresarial alguna que no se sitúe, directa o indirectamente, a su cobijo. [...]
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En los añorados tiempos dorados de la prosperidad económica se cometían, probablemente, más derroches que ahora, en medio de la crisis lacerante e inacabable que asola España. Pero los despilfarros se notan más actualmente, y se aceptan peor. Según parece, son insoportables ya para las arcas públicas y, desde luego, cada vez son más difíciles de presentar ante los ciudadanos y en el debate político. Todos los días se descubren actuaciones públicas sin ningún sentido económico, se ponen de manifiesto gastos suntuarios en instalaciones y dependencias administrativas, que han ocupado todos los antiguos palacios y casas nobles de nuestras ciudades, se da noticia de inversiones sin sentido, comprobamos el crecimiento sin tasa del número de personas que viven del presupuesto público, y se asienta más la opinión común entre los ciudadanos de que así no se puede seguir. El crecimiento imparable del sector público en algunas Comunidades Autónomas incrementa también la sensación de que no es posible vivir al margen del presupuesto, ni desarrollar actividad profesional o empresarial alguna que no se sitúe, directa o indirectamente, a su cobijo. [...]
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