Diccionario panhispánico del español jurídico

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Cara al público

por Aguilar, Miguel Ángel

Artículo
ISSN: 1885-009X
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Sabemos que un discurso es como una relación amorosa, cualquier imbécil puede comenzarla, pero hace falta un talento considerable para ponerle fin. La deriva degenerativa de los discursos que constituyen la referencia dominante en el espacio público trae causa de la propensión del orador a incurrir en el fomento de las más bajas pasiones del público. Explica también Sam Leith en ¿Me hablas a mí? (Taurus, Madrid, 2012) que la utilización de los lugares comunes permite ver dónde se cruzan el logos y el ethos pero que de nada sirven esos recursos cuando son ajenos a la audiencia ante la que se comparece. En favor de su tesis aduce un hecho adquirido de sabiduría popular según el cual "cuando vas de pesca, no cebas el anzuelo con lo que a ti te gusta, sino con lo que le gusta al pez". Y desde Quintiliano tenemos averiguado que "si no podemos seducir a quienes nos escuchan con deleites, arrastrarles con la fuerza de nuestros argumentos y a veces perturbarles apelando a sus emociones no podremos hacer triunfar ni siquiera una causa justa y cierta" […]


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Sabemos que un discurso es como una relación amorosa, cualquier imbécil puede comenzarla, pero hace falta un talento considerable para ponerle fin. La deriva degenerativa de los discursos que constituyen la referencia dominante en el espacio público trae causa de la propensión del orador a incurrir en el fomento de las más bajas pasiones del público. Explica también Sam Leith en ¿Me hablas a mí? (Taurus, Madrid, 2012) que la utilización de los lugares comunes permite ver dónde se cruzan el logos y el ethos pero que de nada sirven esos recursos cuando son ajenos a la audiencia ante la que se comparece. En favor de su tesis aduce un hecho adquirido de sabiduría popular según el cual "cuando vas de pesca, no cebas el anzuelo con lo que a ti te gusta, sino con lo que le gusta al pez". Y desde Quintiliano tenemos averiguado que "si no podemos seducir a quienes nos escuchan con deleites, arrastrarles con la fuerza de nuestros argumentos y a veces perturbarles apelando a sus emociones no podremos hacer triunfar ni siquiera una causa justa y cierta" […]


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