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La vieja Europa
En el cruce de declaraciones producidas con ocasión de la guerra de Irak, un político americano, cuyo nombre no parece predestinado a entrar en la historia, se refería a la vieja Europa, en un tono entre despectivo e ignorante. Y la vieja Europa, la de Napoleón, Carlomagno y Cesar, la de Picasso, Vag Gogh, y Velázquez, la de Victor Hugo y Goethe, Shakespeare y Cervantes, la de Mozart y Bach, la de Kant, Hegel, Marx y San Agustín, nos lleva indefectiblemente a Grecia, origen del ser y sentirse europeo, desde el propio nombre del continente, que se corresponde con el de una princesa fenicia, de nombre Europa, de la que se enamora Zeus, el padre de los dioses y soberano del Olimpo, travestido en forma de toro, a cuyo lomo se sube la princesa, ante lo cual Zeus emprende la huida y rapta a Europa, a la que lleva a Creta, en donde engendra tres hijos, uno de los cuales llega a ser el cretense rey Minos [...]
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En el cruce de declaraciones producidas con ocasión de la guerra de Irak, un político americano, cuyo nombre no parece predestinado a entrar en la historia, se refería a la vieja Europa, en un tono entre despectivo e ignorante. Y la vieja Europa, la de Napoleón, Carlomagno y Cesar, la de Picasso, Vag Gogh, y Velázquez, la de Victor Hugo y Goethe, Shakespeare y Cervantes, la de Mozart y Bach, la de Kant, Hegel, Marx y San Agustín, nos lleva indefectiblemente a Grecia, origen del ser y sentirse europeo, desde el propio nombre del continente, que se corresponde con el de una princesa fenicia, de nombre Europa, de la que se enamora Zeus, el padre de los dioses y soberano del Olimpo, travestido en forma de toro, a cuyo lomo se sube la princesa, ante lo cual Zeus emprende la huida y rapta a Europa, a la que lleva a Creta, en donde engendra tres hijos, uno de los cuales llega a ser el cretense rey Minos [...]