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Riofrío – VII
Las semanas de junio y julio previas a las vacaciones veraniegas resultan verdaderamente insufribles en Madrid. Se alarga el tiempo de luz del día, empieza el calor, y una psicosis milenarista se apodera de muchos madrileños y les hace creer que el fin del mundo se aproxima y que es imprescindible aprovechar el último aliento. Los profesionales llegamos al inicio del verano jadeando por la fatiga de las incontables batallas acometidas a lo largo del interminable curso (algunos las ejecutan cuerpo a cuerpo, con el puñal entre los dientes, espoleados y azuzados por una competencia inmisericorde) y he aquí que en junio se abren las terrazas de algunos restaurantes o los jardines de las hermosas casas de la periferia de la urbe, y añadimos a las reuniones que celebramos cada día, desde maitines hasta vísperas, largas veladas nocturnas en las que se debate sobre la preocupante situación de la economía, la ineptitud de los gobernantes, o se da cancha a las retahílas de cotilleos que gustan con locura a los ciudadanos cultos de la capital. Se multiplica el número de cócteles y cenas sociales en el período prevacacional [...]
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Las semanas de junio y julio previas a las vacaciones veraniegas resultan verdaderamente insufribles en Madrid. Se alarga el tiempo de luz del día, empieza el calor, y una psicosis milenarista se apodera de muchos madrileños y les hace creer que el fin del mundo se aproxima y que es imprescindible aprovechar el último aliento. Los profesionales llegamos al inicio del verano jadeando por la fatiga de las incontables batallas acometidas a lo largo del interminable curso (algunos las ejecutan cuerpo a cuerpo, con el puñal entre los dientes, espoleados y azuzados por una competencia inmisericorde) y he aquí que en junio se abren las terrazas de algunos restaurantes o los jardines de las hermosas casas de la periferia de la urbe, y añadimos a las reuniones que celebramos cada día, desde maitines hasta vísperas, largas veladas nocturnas en las que se debate sobre la preocupante situación de la economía, la ineptitud de los gobernantes, o se da cancha a las retahílas de cotilleos que gustan con locura a los ciudadanos cultos de la capital. Se multiplica el número de cócteles y cenas sociales en el período prevacacional [...]
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