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Mi maestro Alejandro Nieto
Conocí a Alejandro Nieto en la primavera de 1974. Yo estaba acabando la carrera de Derecho en la Universidad de Barcelona, él había llegado a la Universidad Autónoma de Barcelona un par de años antes y un amigo me había hablado muy bien de él, por lo que le pedí cita para una entrevista, que me concedió amablemente. En la entrevista yo le expuse de entrada mi atracción por el Derecho Público y mi aspiración de iniciar la carrera académica universitaria bajo su dirección. La primera reacción de Alejandro frente a mis incipientes aspiraciones fue la de explicarme con detalle las penalidades y miserias del profesorado universitario, su escasa retribución económica y su aún menor valoración social, razón por la cual me aconsejaba descartar la vida universitaria y optar por alguna vía profesional alternativa más exitosa, tal como hacer oposiciones a alguno de los cuerpos reputados de la función pública. Años después pude comprobar que esta primera reacción del maestro Nieto no la puso en práctica solo conmigo, sino que la repitió también con aquéllos que aspiraban a ser sus discípulos, por lo que en el fondo creo que era un modo de comprobar si los aspirantes a entrar en la vida académica tenían o no una auténtica vocación de profesores universitarios [...]
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Conocí a Alejandro Nieto en la primavera de 1974. Yo estaba acabando la carrera de Derecho en la Universidad de Barcelona, él había llegado a la Universidad Autónoma de Barcelona un par de años antes y un amigo me había hablado muy bien de él, por lo que le pedí cita para una entrevista, que me concedió amablemente. En la entrevista yo le expuse de entrada mi atracción por el Derecho Público y mi aspiración de iniciar la carrera académica universitaria bajo su dirección. La primera reacción de Alejandro frente a mis incipientes aspiraciones fue la de explicarme con detalle las penalidades y miserias del profesorado universitario, su escasa retribución económica y su aún menor valoración social, razón por la cual me aconsejaba descartar la vida universitaria y optar por alguna vía profesional alternativa más exitosa, tal como hacer oposiciones a alguno de los cuerpos reputados de la función pública. Años después pude comprobar que esta primera reacción del maestro Nieto no la puso en práctica solo conmigo, sino que la repitió también con aquéllos que aspiraban a ser sus discípulos, por lo que en el fondo creo que era un modo de comprobar si los aspirantes a entrar en la vida académica tenían o no una auténtica vocación de profesores universitarios [...]