Diccionario panhispánico del español jurídico

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Preservar la democracia en discrepancias, enfrentamientos y tensiones

por Quadra-Salcedo Fernández del Castillo, Tomás

Artículo
ISSN: 1889-0016
Madrid Iustel 2023
Ver otros artículos del mismo número: 108-109

Me invita El Cronista junto a muchos ilustres colegas a escribir con ocasión del 45 aniversario de la Constitución en un momento de “fuerte polémica sobre la crisis de algunas Instituciones y de las muchas dudas sobre la adecuación de los programas del gobierno sobre la organización territorial del Estado y la propuesta de amnistía”. Corresponder a la invitación exige recordar que la transición consistió en crear un espacio de convivencia de todos, tras una terrible guerra civil que dividió al país entre vencedores y vencidos y una dictadura que sostuvo las bases y principios de ese enfrentamiento. Y los primeras cinco lustros aproximadamente de la ansiada democracia lograron hacer realidad lo que todos, a través de nuestros representantes, queríamos desde aquellas primeras elecciones de 15 de junio de 1977.
Las cosas, después, se fueron enrareciendo paulatinamente hasta llegar a la polarización actual cuyas causas podríamos buscarlas en actitudes o comportamientos de uno u otro de los dos grandes partidos nacionales y de los demás o en la crisis económica mundial de 2008 y en sus efectos o en el movimiento del 15M que expresaba su desconexión del bipartidismo, tal vez por culpas propias de este o, en general, del régimen de partidos que, como todo en la vida, nunca es perfecto. Sin desalentar el permanente y sisífeo esfuerzo por mejorar las cosas, debe evitarse que la tentación del bien –que ha causado infinitamente más daño a la humanidad que la tentación del mal según Todorov(1) (la tentación de imponer la perfección o el bien absoluto)– acabe llevando a muchos al nihilismo cuando no consiguen lo que quieren tras polarizar la vida pública con la imposición a los demás por la fuerza, como fanáticos Savonarolas, de lo que creen que es la absoluta perfección y con marginación o denigración, si necesario fuere, de quienes no acepten su programa de perfección.[...]


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Me invita El Cronista junto a muchos ilustres colegas a escribir con ocasión del 45 aniversario de la Constitución en un momento de “fuerte polémica sobre la crisis de algunas Instituciones y de las muchas dudas sobre la adecuación de los programas del gobierno sobre la organización territorial del Estado y la propuesta de amnistía”. Corresponder a la invitación exige recordar que la transición consistió en crear un espacio de convivencia de todos, tras una terrible guerra civil que dividió al país entre vencedores y vencidos y una dictadura que sostuvo las bases y principios de ese enfrentamiento. Y los primeras cinco lustros aproximadamente de la ansiada democracia lograron hacer realidad lo que todos, a través de nuestros representantes, queríamos desde aquellas primeras elecciones de 15 de junio de 1977.
Las cosas, después, se fueron enrareciendo paulatinamente hasta llegar a la polarización actual cuyas causas podríamos buscarlas en actitudes o comportamientos de uno u otro de los dos grandes partidos nacionales y de los demás o en la crisis económica mundial de 2008 y en sus efectos o en el movimiento del 15M que expresaba su desconexión del bipartidismo, tal vez por culpas propias de este o, en general, del régimen de partidos que, como todo en la vida, nunca es perfecto. Sin desalentar el permanente y sisífeo esfuerzo por mejorar las cosas, debe evitarse que la tentación del bien –que ha causado infinitamente más daño a la humanidad que la tentación del mal según Todorov(1) (la tentación de imponer la perfección o el bien absoluto)– acabe llevando a muchos al nihilismo cuando no consiguen lo que quieren tras polarizar la vida pública con la imposición a los demás por la fuerza, como fanáticos Savonarolas, de lo que creen que es la absoluta perfección y con marginación o denigración, si necesario fuere, de quienes no acepten su programa de perfección.[...]


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